Qué
bien que hay un día del padre y otro de la madre. Esto nos recuerda que además
de serlo hemos de parecerlo. Es decir, que no solo por poner cada uno su
semilla para la fecundación y la consiguiente gestación, ya lo somos. Bueno si,
lo somos ante la ley y desde una perspectiva biológica, pero esto es algo más
profundo e importante.
De hecho hay padres y madres que
pusieron la semilla y luego ya no estuvieron, por propia decisión o por que las
circunstancias se los llevaron. El caso es que son responsabilidades ambas, la
de padre y la de madre, marcadas por el sexo del progenitor, eso influirá en
sus expectativas y recursos previos. Algo que no pueda corregirse o ampliarse a
tiempo. Y lo cierto es que cada avance, cada nuevo aprendizaje de nuestros
pequeños, es una nueva oportunidad para aprender y crecer con ellos, pues la
crianza supone un proceso de descubrimiento y madurez también de los adultos.
De hecho algunos, por fin, se hacen PERSONAS cuando tienen ocasión de criar.
Ser un buen padre o una buena madre, va
más allá de la sola valoración que haga la prole de nuestro papel. No son pocos
los ejemplos de padres negligentes y descuidados que sin embargo son admirados
por sus hijos. O de adultos que se jactan de ser sobre todo amigos de sus hijos
y que eso conlleva admitir todo lo quieran hacer. Mal ejemplo, ya que por
desgracia no vivimos en un entorno en el que podamos ni siquiera debamos hacer
todo lo que deseemos, seguramente terminaríamos vulnerando derechos básicos de
otras personas, si solo hiciéramos lo que nos viniera en gana.
Ante todo un padre o una madre lo son
porque asumen responsabilidades que les competen a ellos, responsabilidades que
en ocasiones chocan con los deseos de hijos e hijas, pero son necesarias, como
por ejemplo respetar unos horarios de sueño o de televisión o unas pautas
alimenticias saludables y nutritivas, entre otras. Todo ello con un único
objetivo, que en realidad son muchos a la vez. Criar a personas sanas,
física-emocional y socialmente a la vez. Personas o personitas, según el
tamaño, que el día de mañana cuando hayan de asumir sus propias
responsabilidades y devenir en la vida que les espera, sean tolerantes a la
frustración, y sepan cómo hacer y mantener relaciones sanas y gratificantes,
que sepan defender sus derechos y necesidades sin imponerlas en otras personas.
Asimismo que asuman sus errores sin caer en la culpa excesiva o el autocastigo
inútil. Que puedan, porque así lo alimentaron en su infancia, dejar que su
creatividad y sus sueños encuentren una vía donde expresarse y realizarse,
convirtiéndose en gestores de su propia satisfacción. Que se respeten a sí
mismo y se amen de forma incondicional, aceptando lo que son.
Pero para conseguir todo esto, o al
menos aumentar su probabilidad padres y madres tenemos mucho que hacer, y
además bien hecho. No puede ser de otra manera. Criar es maravilloso y duro
también. Estas son algunas de las principales actitudes que aparecen en la
buena crianza:
ü Muestran
amor y aceptación incondicional por sus hijos
ü Están
disponibles para la comunicación y la facilitan
ü Potencian
su confianza dejándoles probar y errar también
ü Besan,
acarician, abrazan, expresan amor y admiración con frecuencia
ü Dedican
un tiempo importante a jugar
ü Suelen tener mensajes optimistas libres de
exigencias irrealizables
ü Fomentan la independencia y autonomía
ü Facilitan la práctica de deportes variados y
divertidos
ü Renuncian a determinadas necesidades personales por
sus hijos
ü Muestran respeto por otras familias, padres, madres
y educadores
ü Atienden a las necesidades del menor, de salud,
educativas, sociales