Imagina
por un momento que entras en una habitación donde hay personas riendo, las
observas y preguntas: “¿Qué ocurre, de qué os reís?” Pero nadie contesta,
siguen riendo a carcajada limpia, algunos incluso tienen lágrimas en los ojos
de tanto reír. ¿Cómo reaccionas tú?
Una
sonrisa parece que ilumina el entorno de quien la expresa, y es difícil mantener
el semblante serio ante la misma. Nacemos con la capacidad de sonreír, algo que
de niños hacemos en centenares de ocasiones al día, pero que de adultos apenas
mostramos. Maduramos adquiriendo normas sociales de convivencia y construimos
una imagen de nosotros ante los demás respetuosa, seria, rígida y adulta, y de
repente dejamos de reír, estamos como encorsetados en nuestra imagen.
Actualmente
hay una gran oferta de cursos en torno a la risa. Y en muchos procesos de
formación las técnicas de risoterapia abundan como estrategias deshinibitorias
o de cohesión del grupo. A los asistentes se les pone en situaciones que provocan
una cierta tensión emocional, como vergüenza, con el ánimo de liberar la risa, de romper este
imaginario corsé de rígida madurez, y a través del juego y de la música
expresar emociones. Y lo cierto es que funciona. Pero la risoterapia no es,
únicamente, un conjunto de estrategias, además es algo que podemos aprender a
hacer en nuestra vida diaria, para encajar muchas de esas circunstancias que
nos afectan, para disfrutar de nuestras relaciones con intensidad. La risa por
sí sola puede llevarnos a generar un estado emocional placentero.
Y es que risoterapia ante todo, es una
actitud vital en la que, el sentido del humor ocupa un lugar privilegiado de entre
las características personales. Cuando hablo de sentido del humor no me refiero
a ser capaces de reírse de todo y de todos, sino a saber entender la vida y sus
circunstancias de una forma más agradable, más optimista. Lo que nos lleva a
vivir sin un sufrimiento extra. Y esto también vale para los profesionales,
sobre todo cuando pretendemos que la persona adquiera mayor flexibilidad en su
manera de pensar o actuar, sin permitirnos lo mismo en nuestra manera de relacionarnos.
En una ocasión alguien me dijo que entendía
la necesidad de mi trabajo, pero que lo veía triste y en ocasiones desagradable.
A lo que contesté: Nada de eso, ni te imaginas lo que nos reímos los
neuróticos!
El
sentido del humor busca nuestro bienestar y nos induce a estados de relajación,
asimismo, consigue que seamos más tolerantes ante los demás, por lo tanto tiene
una enorme utilidad ante la frustración. Se encarga de r-e-l-a-t-i-v-i-z-a-r
la seriedad de la vida y puede entenderse como un rasgo positivo de
personalidad. Puedes aprender a vivir con sentido del humor para ello has de
acostumbrarte sobre todo a identificarlo. Desde la sutil ironía hasta un
estallido de carcajadas, las tonalidades del humor son amplias y variadas.
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