Michael
Gershon (1998), de la Universidad de Columbia puso de manifiesto la existencia
de un segundo cerebro en nuestro cuerpo. Estaría situado en capas de tejido que
forran el esófago, el estómago, el intestino delgado y el colon, y es capaz de
influir sobre el estado de ánimo y sobre la salud. Es llamado cerebro
entérico. Demostró cómo los mismos neurotransmisores, sustancias químicas
producidas por las terminaciones nerviosas y que actúan como mensajeras entre
las neuronas que operan en el cerebro, se encuentran también en el estómago.
Por citar un ejemplo, la serotonina, importantísima sustancia que actúa,
entre otras áreas sobre nuestro estado de ánimo, se produce ¡hasta en un
ochenta y cinco por ciento en el cerebro entérico! y así hasta treinta
neurotransmisores más. Pero no quedan aquí los descubrimientos, también se sabe
que este segundo cerebro actúa de una forma bastante autónoma respecto del
cerebro de nuestra cabeza, está conectado con él pero nadie le dice cómo ha de
operar.
¿Significa eso que vamos a razonar con el estómago? De momento no es
esa su función, pero cuando el entérico está “malo” entorpece la capacidad de
funcionamiento del cerebro pensante. Su cometido está centrado en el control
intestinal. Las similitudes de estructura y
bioquímica entre ambos explican por qué los medicamentos destinados a los
trastornos mentales afectan a los intestinos, y viceversa. Pero además de esta
relación corporal, hay una experiencia de aprendizaje, la que se da entre
nosotros cuando somos pequeños, y los adultos que nos alimentan, generalmente
nuestra madre. Resulta que cuando nos da el pecho o el biberón no sólo calma
nuestra hambre, emocionalmente nos reconforta, nos protege y nos da amor, de
ahí surge una relación importantísima entre la alimentación y el bienestar
emocional.
Pero no sólo con el estómago están
relacionadas las emociones. Dice un refrán muy conocido: “Ojos que no ven,
corazón que no siente”. Pero no es verdad. La investigación se muestra
imparable en las últimas décadas y cuando de inteligencia se trata se puede
afirmar que su sede está distribuida por todo el cuerpo, no sólo en el estómago,
como hemos visto, también en el corazón.
¿Sabías que nuestro corazón posee sus
propias neuronas? ¿Y que éstas responden a los acontecimientos que vivimos
antes incluso que las del cerebro? Son aproximadamente un grupo de unas 40.000
células nerviosas las que conforman esta red neuronal, una minucia si las
comparamos con el vasto número que hay en el cerebro, pero ejercen funciones
importantísimas, independientes incluso del propio cerebro, muchas de las
cuales están estrechamente unidas con nuestras emociones y también con nuestros
actos.
Además
de neuronas, que le permiten aprender, tener memoria y actuar en consecuencia,
el “músculo rey” posee sus propios neurotransmisores los cuales le permiten
mantenerse en contacto con el resto del organismo, reforzando el lenguaje
propio y primario del corazón, sus ondas. De hecho a través de las mismas envía
toda su información e instrucciones al cuerpo. Siendo este el primer mecanismo
de comunicación interna, incluso antes de que el cerebro esté formado, para que
lo entendamos, la función pensante, es la última que adquirimos, la más
evolucionada por tanto, pero no la única ni exclusiva.
3 comentarios:
excelente¡¡ siempre he pensado que el psique del ser humano tiene que ver con las enfermedades que se desarrollan en el cuerpo.
Me sumo a la felicitación. Se abren nuevas vías en estos tiempos en que el "cerebro pensante" está dejando de tener el monopolio de la conducta humana.
El cerebro entérico, es la parte esencial de las emociones que son somatizadas, cuando las vías catárticas no están disponibles. No me cabe la menor duda que lo güestaltico en el ser humano es predominante y no se puede explicar este ser humano sólo desde el punto de vista de la biología, hace falta la sinergia entre lo psíquico, lo biológico y lo social.
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