23 de septiembre de 2013

CRISIS Y MAS CRISIS

Muchas personas sueñan con una vida similar a su primera infancia, en la que no tengan responsabilidades y sean otros los que se encarguen de cuidar de sus necesidades. Incluso esperan de la vida misma tan solo facilidades, que no haya sobresaltos y que todos sus planes siempre culminen exitosamente. Y que además esto ocurra porque sí, sin su mediación o esfuerzo, porque la vida ha de ser así. Y de hecho lo es, en los cuentos con final feliz.
 
Aunque los cuentos, solo son cuentos. Metáforas de lo que puede pasar, no de lo que debe pasar. Tal vez lugares ideales surgidos de la mente de su creador, como un remedio para salir de este mundo real y durante un rato perderse en el universo de la fantasía, donde todo es posible, incluso lo imposible.
 
Pero lo cierto es que quedarse en paro, vivir la experiencia de ser desahuciado, acostarse con la angustia de no tener el dinero para afrontar los pagos de facturas, descubrir una infidelidad de tu pareja, perder a un ser querido, etc. Son tantas las situaciones por las que una persona puede pasar en su vida y que llevan la etiqueta de crisis, que a estas alturas casi tendríamos que estar vacunados ante las mismas. Pues la vida y sus circunstancias no se pueden entender sin las dificultades que las personas experimentan. 
 
Dificultades en su mayoría no esperadas, que nos asaltan a la vuelta de la esquina y te dejan con lo puesto, en shock, sintiendo que el suelo se resquebraja y en el interior la angustia y la desesperanza campan a sus anchas. Si además la situación de crisis transciende lo personal y afecta a una gran mayoría, entonces aumenta también el número de personas vulnerables y en riesgo de exclusión, familiar y social. Y es que las crisis tal y como las conocemos son en muchas ocasiones crisis vitales.
 
 



 



 

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