21 de diciembre de 2013

ES IMPOSIBLE NO COMUNICAR



Las personas tienen a su alcance el bienestar emocional, y uno de los caminos para conseguirlo está en las habilidades de comunicación, pues son el cemento que nos une y nos hace conscientes de la relación que tenemos con nosotros mismos y con quienes nos rodean, para bien o para mal.

Un axioma de la psicología dice que es imposible no comportarse, dicho de otro modo, cuando alguien existe muestra su existencia a través de su conducta, si aceptamos que toda conducta en una situación tiene función de mensaje, es decir, comunica algo, se deduce que es imposible no comunicar, o dicho de otra manera, la comunicación siempre existe. Y cuando digo siempre, me refiero a cada uno de los segundos de nuestra existencia, seamos conscientes de ello o no. Incluso cuando nada decimos o hacemos. Si es hacia los demás se denomina comunicación interpersonal, si es hacia dentro, comunicación intrapersonal. Tan importante es una como otra forma de expresión, de hecho suelen estar unidas.



Un ejemplo de la presencia continua en la comunicación es el que sigue. Resulta descriptivo cuando una pareja se acerca a consulta buscando consejo y transcurre el siguiente diálogo:

Pareja:        “No nos comunicamos”
Psicólogo:   “Eso creéis vosotros”
Pareja:        ¿Cómo?”
Psicólogo:   ¿Por qué decís que no os comunicáis?”
Pareja:        “Cada vez que nos enfadamos podemos estar hasta una semana sin hablarnos y sin mirarnos siquiera”
Psicólogo:    “¿Y eso refleja que no os comunicáis?, veámoslo”
Psicólogo (a él): “¿Por qué no la miras?”
Él:                        “Que sepa que estoy enfadado y paso de ella”
Psicólogo (a ella): “¿Y tú qué haces?”
Ella:            “Yo también paso de él”
Psicólogo:    “¿Y crees que él se da cuenta?”
Ella:            “Por supuesto”
Psicólogo:    “Entonces el mensaje puede ser algo así como: (Él) Estoy molesto y ahora te ignoraré para que te enteres. (Ella) Vale, pero yo tengo también mi razón y te muestro mi enfado.
¿Aún seguís pensando que no os comunicáis?            

La comunicación se transmite mediante un lenguaje que puede ser verbal, a través de las palabras. Gestual, a través de los gestos y mental, representado en las cogniciones, pensamientos o imágenes. Al relacionarnos con las personas de nuestro entorno e influirnos recíprocamente, casi sin darnos cuenta buscamos la coherencia entre el lenguaje verbal y gestual, pero si no la encontramos algo en nuestra mente nos avisa y damos más credibilidad al lenguaje sin palabras. ¿Has visto alguna vez a alguien que con el ceño fruncido, la cara seria y los labios apretados dice con tono alto y seco?: “…no estoy enfadado, no me lo preguntes más” y tú que observas la situación piensas: “dirás que no, pero tu cara dice lo contrario”. 

Los procesos no verbales se encuentran unidos a los verbales y ambos a los contextuales, podemos separarlos para estudiarlos y analizarlos, pero en la comunicación diaria y cotidiana forman parte de un todo. Para llegar a ser una persona habilidosa se han de manejar adecuadamente ambos elementos, de hecho la comunicación no verbal puede ser muy importante en unos momentos e irrelevante en otros, por ejemplo, cuando hablamos con un interlocutor a través del teléfono. Lo cierto es que somos conscientes de algunas claves que aparecen tanto en el lenguaje hablado como en el gestual y ejercemos control sobre ellas, pero no lo somos de otras.

Si hay una verdad es que tanto la conducta verbal como la que no lo es puede cambiar de significado dependiendo del contexto donde se expresa, incluso del sexo de quien la emite. Por ejemplo, alguien puede estar hablándome y yo al escucharle doy cabezadas, éstas pueden significar que estoy de acuerdo en lo que dice o que termine que tengo prisa.

Comunicar con sentido nos permite encajar mejor en nuestro entorno y además facilita que consigamos aquello que deseamos. De hecho, muchas de las circunstancias por las que una persona puede acudir en busca de ayuda o consejo profesional tienen que ver con un déficit de estas habilidades, igual que muchas de las circunstancias relacionadas con la satisfacción y bienestar vital tienen que ver con el manejo y dominio de éstas. Son el nexo de unión entre la persona y ella misma y ésta y su entorno.

La responsabilidad de una comunicación adecuada es tuya, si alguien no te entiende es posible que no te hayas explicado en condiciones.

 

 

14 de diciembre de 2013

LIDERAZGO PERSONAL



¿Dirías de ti que eres un líder? ¿Sabrías señalar que características te hacen líder? ¿Has asumido el liderazgo de tus circunstancias, personales, familiares, laborales, etc.? ¿El líder nace o se hace? Todas estas cuestiones y sus respuestas pretenden poner de manifiesto una condición básica, fundamental para sentir satisfacción de la propia existencia, de la consecución del logro. El éxito viene de la mano del liderazgo, puedes dejar que éste lo asuman otras personas o puedes encargarte tú.
 
Liderazgo es lo que representa al líder y una definición puede ser: “El arte de movilizar a otros para que deseen luchar en pos de aspiraciones comunes”. Generalmente  el término líder se emplea en ámbitos que tienen que ver con el deporte, el líder del equipo, con la empresa, lideró el proyecto con habilidad y no es tan frecuente escucharlo fuera de estos ámbitos, la expresión asumo el liderazgo de mi vida aparece poco en nuestras conversaciones, aunque hay otra serie de expresiones que vienen a reflejar lo mismo, en mi vida llevo la riendas o me gusta asumir la responsabilidad de mis circunstancias, etc. También es un término muy usado en el mundo animal, por ejemplo cuando hablamos de perros o de lobos, nos referimos al líder de la manada que la conduce y establece la prioridad de las necesidades. Sin embargo cuando preguntas a quienes te rodean si son líderes, muchos no se reconocen como tal, incluso parece que asumir ese papel les produzca una cierta vergüenza. Como si hacerlo fuera un gesto de prepotencia. Sin embargo, el líder, al menos el que lidera con eficacia, lejos de ser prepotente es generoso y entregado, trabaja para el grupo, o para sí mismo si lo que lidera es su vida. 
El líder es una persona que transmite seguridad e influye en los demás, independientemente de la posición que ocupe, hay quien es jefe y no lidera, manda, y hay quien no manda pero lidera e influye. Es la referencia si está en un grupo, familiar, deportivo o empresarial. Lo cierto es que cada individuo ejerce un papel en un grupo determinado, dependiendo de la cultura, el género, la sociedad a la que pertenezca, teniendo en cuenta esto, se establecen ciertas reglas que socialmente han sido aprobadas.
 
         Cualquier proyecto necesita de alguien que lo lidere si espera salir adelante, si son tus aspiraciones personales también, y está claro que necesitan de tu implicación para que ocurran. Aunque hay personas que no se ven como líderes pues piensan que para esto se nace y tal vez ellos nunca han desempeñado este papel, o tal vez no han sido conscientes de que lo hacían. Hay quien nace con unas características que le facilitan asumir este rol, y hay quien las va desarrollando a lo largo de su vida, por tanto decimos que el líder nace y también se hace, incluso diría que las habilidades que se van adquiriendo y las experiencias que se van teniendo son más importantes para ejercer el liderazgo con éxito. De ahí que sea tan necesario, desde pequeños, permitir que las personas vayan afrontando dificultades, aprendiendo el valor del esfuerzo, asumiendo competencias.
 
         Tal vez estés pensando que resulta difícil ser un líder, pero no te dejes engañar, estamos rodeados de ejemplos cotidianos, personas que en sus ámbitos ejercen este liderazgo, y si bien es verdad que hay una serie de características que van a predominar sobre otras, a ser líder se aprende, o mejor dicho va creciendo en nosotros, por tanto esos atributos que a lo mejor no encuentras en ti pueden desarrollarse con el paso del tiempo, y por supuesto con la dedicación oportuna. Llegar a la etapa adulta supone, entre otras cosas, asumir las propias circunstancias y las consecuencias de nuestras conductas. Seamos conscientes de ello o no, pienso que todos llevamos un líder en potencia en nuestro interior y éste, tarde o temprano, tendrá que salir o nuestras experiencias nos pasarán por alto. Aunque hasta ahora hemos referido la figura del líder en relación al grupo, se puede aplicar el mismo concepto a la dirección y liderazgo de la propia vida y los proyectos personales.
 
El líder es una persona que transmite seguridad e influye en los demás, independientemente de la posición que ocupe, hay quien es jefe y no lidera, manda, y hay quien no manda pero lidera e influye. Es la referencia si está en un grupo, familiar, deportivo o empresarial. Lo cierto es que cada individuo ejerce un papel en un grupo determinado, dependiendo de la cultura, el género, la sociedad a la que pertenezca, teniendo en cuenta esto, se establecen ciertas reglas que socialmente han sido aprobadas.
 
Para explicarlo mejor voy a traerte el que considero uno de los ejemplos más cercanos y a la vez más representativo de lo que supone ser líder. Personas que ejercen el liderazgo continuamente y sin embargo no solemos verlas así, que asumen un rol que siendo tan fundamental pasa como desapercibido. De hecho, son líderes por excelencia y bastante completos pues dirigen equipos, manejan presupuestos, entienden a las personas, saben motivar, delegan responsabilidades, son autodidactas, en muchas ocasiones ejercen la dirección sin título alguno, especialistas en sentido común y en señalar las prioridades, excelentes en la organización, su entrega al grupo es incuestionable, infatigables al desaliento, educan, instruyen. Etc. etc. Si, la madre o padre o abuelo o abuela de cada uno, modelos de lo que supone liderar, modelos cercanos de los que aprender.

7 de diciembre de 2013

¿SIENTE IGUAL UN HOMBRE QUE UNA MUJER?


¿Es la genética o la cultura lo que marca las diferencias emocionales que parece haber entre el hombre y la mujer? El desarrollo emocional en las personas es un proceso con una influencia social determinante e importantísima. Hay pocas, poquísimas condiciones en esta vida, que determinen de forma tan drástica lo que somos como es el sexo que tenemos. De hecho, una de las primeras preguntas que suelen hacer los padres que esperan un bebé, en la consulta de ginecología es: “¿niña o niño?” y la respuesta recibida determinará muchas de las condiciones de ese futuro bebé. Por ejemplo, las expectativas que se creen, las emociones que se le permitirá expresar con facilidad, el tipo de juegos, la apariencia y relaciones que se le intentará inculcar y así un larguísimo etcétera.  

 

 
         Estos procesos de influencia del ambiente o procesos de socialización son distintos para el hombre y la mujer, y el núcleo principal de donde emana esta influencia es la familia. A la mujer se la prepara para afrontar la vida desde una perspectiva de la afectividad, de la que el hombre va a carecer, al menos de una manera tan refinada, él va a ser moldeado para la acción. ¿Cómo se hace esto? Son numerosos los ejemplos diarios que puedes observar, aunque culturalmente están superpuestos, como las tejas de una casa y suelen pasar desapercibidos. Al niño se le prepara para la independencia de su madre a edades tempranas, a través del juego se le somete a las duras reglas de la competición y la búsqueda de la victoria, mientras que a la niña se la prepara para la dependencia y a través del juego se desarrollan en ella habilidades colaborativas y empáticas. El chico ha de convertirse “en un hombre” y se le separa de “las faldas de la madre” antes que a la chica. Para esto ha de aprender a usar la lógica y la razón dejando en un lugar secundario sus emociones, volviéndose duro, o al menos aparentándolo. No hay nada como decirle a un niño que llora “pareces una niña de tanto qué lloras” para que empiece a controlar su llanto.

 
Menuda influjo, esto ha reprimido emocionalmente a generaciones de hombres a lo largo de la historia. Este tipo de experiencias ha limitado sus auténticas posibilidades de crecer afectivamente de forma equilibrada. Pero no sólo en su represión, también en la manifestación de las emociones hay un trabajo que deja una profunda huella, pues a la mujer no sólo no se le censura su llanto o tristeza, incluso se llega a reforzar protegiéndola cuando las manifiesta. ¿Dónde desemboca esto? En el hombre en una dificultad para mostrarse triste o deprimido, pero claro, el malestar sale por algún lado, por ejemplo la ira, que además se considera varonil y masculina. Mientras que la mujer es entrenada para dejar salir su tristeza y depresión (el porcentaje de mujeres deprimidas es el doble que de hombres, aunque también es cierto que se las sobrediagnostica en este sentido).

       Se da también que la fisiología de la mujer está más influenciada por los cambios hormonales, los cuales son cíclicos y reflejan cambios en la experiencia emocional. Según la investigación reciente, que estudia cómo las hormonas femeninas influyen en las mujeres, ellas están especialmente preparadas para la comunicación, la empatía y la percepción emocional. Por el contrario, ellos lo están para la acción, sus experiencias emocionales conllevan más actividad racional. Se sabe que cuando los chicos y las chicas llegan a la adolescencia no hay diferencia en sus aptitudes matemáticas y científicas. Sin embargo, cuando el estrógeno inunda el cerebro femenino las mujeres empiezan a concentrarse en sus emociones y en la comunicación interpersonal mientras que ellos se vuelven menos comunicativos. Si a esto le sumamos los indicios que indican, cómo hombres y mujeres, a nivel cerebral implican distintas zonas en su funcionamiento emocional. Más numerosas en el caso de la mujer, que le llevan a tener una mejor facultad de evocar o recordar experiencias altamente emotivas, podemos empezar a entender la base de estas diferencias.

Estas diferencias también se reflejan en el diagnóstico de los trastornos emocionales. A tal punto que podemos hablar de una tendencia a diagnosticar según el género o diagnóstico masculinizado. Podemos comprobar que hay una excesiva facilidad para señalar como ansiedad y depresión aquellos síntomas que tienen que ver con cansancio o dolor físico, sin descartar otro tipo de problemas. Y cuando es una mujer quien presenta estos síntomas el diagnóstico y su correspondiente tratamiento psicotrópico está casi asegurado. Es un dato, así lo constata la OMS al señalar que a las mujeres se les receta con más frecuencia esta medicación psicotrópica que al hombre, cuando presentan los mismos síntomas. La mujer, por otra parte, acude a buscar ayuda a su médico mucho antes que el hombre, al que le cuesta reconocer un estado de ánimo disfórico. Para colmo, es frecuente encontrar profesionales de la salud con prejuicios de género y, por ejemplo, piensan que la mujer exagera en sus quejas o que por serlo es más influenciable o débil que el hombre, entonces bien no dan el tratamiento adecuado, o bien éste es excesivo respecto el problema de salud que presenta. Estas diferencias encontradas tienen más probabilidad de aparecer en sociedades industrializadas como la nuestra.
La impronta ajena sobre las emociones, más allá de la biológía, va a moldear la presencia o ausencia de unas frente a otras. Además de su abordaje y comprensión desde las ciencias de la salud. Ser conscientes quizás nos ayude a eliminar las diferencias y a entender cómo somos un poco mejor.

 

1 de diciembre de 2013

EL GRUPO ES MAS FUERTE QUE EL INDIVIDUO


La manada de mamuts se acerca majestuosamente al interior del valle, unos quince ejemplares de estos enormes animales se desplazan por un entorno que ya les es familiar. A su alrededor, las cumbres coronadas por la nieve brillan bajo un sol limpio. El aire es frio y húmedo, y agita constantemente la hierba alta del fondo del valle. Mientras, paso a paso, el grupo se acerca al punto más angosto del mismo, al otro lado les esperan praderas enormes que saciarán sus estómagos, espoleados por el olor a hierba fresca que trae el aire, la manada prosigue su camino. Sin ser conscientes de la situación, trágica y vital, que se desarrollará en los próximos minutos, siete cabezas giran lentamente al paso de la manada, observando cada detalle de la misma. Un grupo de cinco hombres se arrastra sigilosamente, desdibujados por una ligera niebla que parece emerger del propio suelo.
Nos encontramos en el norte de Europa aproximadamente hace 400.000 años, estos hombres se mueven en este primigenio paisaje con naturalidad, apenas sobrepasan el metro y medio de altura, corpulentos, han desarrollado características propias de las especies que viven en regiones frías, piernas cortas y narices anchas que permiten una adecuada respiración y eliminación del calor sobrante, impidiendo que aparezca el sudor y el riesgo de congelación.

Se enfrentan a unos adversarios formidables, mamuts lanudos, capaces de aplastar a un hombre de un pisotón, pero lejos de hacerlo de frente utilizan la fuerza del grupo para tener alguna posibilidad. Mientras cuatro de ellos esperan justo el momento en que la manada se agrupará, pasando el estrechamiento del valle, para empezar a correr y así abordarla por detrás, gritando y haciendo sonar unos pequeños cuernos. El resto se halla detrás de una enorme roca, esperando justo el momento en que empujarla y hacerla caer, despeñándose, con la esperanza de que en su camino golpee a alguno de los ejemplares lanudos. La apretura del camino enlentece el paso de los animales haciendo que se agolpen. De repente, tras sus lomos gritos y sonidos estridentes, que justo en ese momento no pueden atender, pues su enorme tamaño les impide girarse para enfrentar esa creciente amenaza.
        Su respuesta no se hace esperar, aceleran el paso hacia delante cuando, como caído del cielo, apenas disponen de unos segundos para levantar la vista por instinto y descubrir como su supervivencia está en juego, un enorme objeto se acerca rápidamente arrastrando rocas, polvo y muerte. El potente barrito del macho dominante no se hace esperar, retumba en las paredes de piedra y cubre todo el valle, su llamada solo tiene una indicación para los otros miembros, una estampida que hace vibrar hasta el pico más lejano del valle, crece en segundos mientras una descomunal fuerza motriz parece anunciar el fin del mundo conocido.        
En apenas un suspiro la enorme mole, que desciende veloz por la falda de la montaña, impacta brutalmente contra el lomo de un joven atrapado entre dos ejemplares mayores. Sin capacidad para cambiar la situación, la manada escapa de su tragedia, mientras el júbilo estalla entre esos hombres de mediana estatura y duras facciones. La muerte del animal supone la vida para su grupo, para las crías de nuevos humanos que llegarán antes del verano y aun tendrán alimento en los próximos meses. Lo que ha hecho este grupo de supervivientes, se repetirá cientos de miles de veces a lo largo de nuestra historia. Aunar esfuerzos en pos del bien común.
No podía ser de otra manera. Precisamente por ser unos adversarios formidables, estos animales con su tamaño y fuerza, cualquiera que se enfrente a ellos necesita desarrollar conductas coordinadas que sumadas equiparen las fuerzas. El ser humano se ha asociado con otros desde el comienzo de los tiempos, para convivir, para cazar, para protegerse, para ganar. Podemos considerar, por tanto, que el grupo y la sociedad son los estados naturales de interrelación del ser humano.
El mecanismo que lo hace posible es la cooperación y su resultado el éxito. Por eso cuando más necesidades tenemos, mirar y conseguir la ayuda del grupo se vuelve una cuestión de supervivencia. En la familia, en la empresa, en el equipo.
 

26 de noviembre de 2013

LA IMPORTANCIA DE SABER ATERRIZAR (PERDER)


¿Quién no tiene en su historia de vida alguna experiencia que pueda llamarse fracaso? ¿Entonces es un fracasado? Según esto todas las personas somos fracasadas ¿no? Sin embargo, la persona es más que la suma de sus características, experiencias o conductas. Nunca lo olvides, en este sentido, todas las personas somos iguales, personas. Cierto que tenemos diferentes oportunidades y experiencias y nuestra personalidad tiene sus matices, pero estas diferencias lejos de hacernos menos humanos, nos aportan individualidad. Verse como un fracasado, conlleva sentirse fracasado y esta emoción, lejos de venir sola está acompañada y alimentada por otras que desvían tu atención del objetivo que pretendías. Cierto es que para levantarse de un batacazo muchas personas han de sentir que tocan fondo, y que este fondo pare su caída en picado. Bueno, es una manera de hacerlo, pero a mi entender una manera que resta muchísima energía por no hablar del sufrimiento que conlleva. La necesidad de entender nuestras limitaciones y saber perdonar, nuestros errores, es un recurso tan importante como la capacidad de sacar partido a las habilidades que poseamos.

Cuando uno no está acostumbrado a perder se encuentra, de repente, experimentando emociones que antes difícilmente vivía en sus responsabilidades: culpa, frustración, ira, miedo, etc. Parece que se hubiese acostumbrado a ganar tanto, que ya ni siquiera se permita reconocer que tarde o temprano la derrota llegaría, y claro, no estaba preparado para ella. Lo vivas con temor o no igualmente esta se presentará, tal vez la clave esté en encontrar ese equilibrio que te permita disfrutar y saborear de tus circunstancias aunque siendo consciente de las trampas que hay a la “vuelta”.

¿Cómo afrontar algo que no se espera y resulta doloroso? Cada persona tiene un estilo de vida propio, que depende de su actividad y características particulares, de sus creencias y anhelos personales, así como del nivel educativo y experiencias previas, etc. En base a esto organiza su vida y busca la satisfacción de la misma. Cuando por algún motivo se halla en una situación que pone en peligro su estatus, profesional, económico o relacional, es cuando toma mayor conciencia de los recursos de los que dispone y puede descubrir que no estaba preparada para lo que venía en camino.

Afrontar una situación, ante todo, conlleva valorar las posibilidades existentes para resolverla y sacar el máximo beneficio de la misma. Afrontar no es enfrentar, no conlleva luchar negando la realidad, pues la situación está ahí, por tanto si se quiere mejorarla hay que aceptarla tal y como se presenta. Lejos de resignarse o quedarse pasivo sin reacción, afrontar supone desarrollar una actitud activa y participativa.

Perder puede ser la semilla de un futuro éxito si te permites sacar partido ¿Cómo?

  1. Sólo tú puedes cambiar lo que piensas y sientes al vivir una experiencia de pérdida. Asume este principio y podrás empezar a cambiarla
  2. Si te lo permites puedes sacar un valioso aprendizaje de la situación que vives. ¿Vas a dejar pasar esta oportunidad de mejorar?
  3. Lo que te hace daño no es el fracaso en sí, más bien el valor que le das al mismo. Es decir, tu forma de pensar sobre el mismo
  4. Cada fracaso es una lección por aprender para llegar al éxito
  5. Potencia tu autoconfianza para encontrar alternativas o soluciones distintas, permitiéndote que estas, tal vez, no sean las que deseas
  6. Fortalece tus relaciones personales, busca ayuda y pide consejo si es necesario
  7. Aprende de otros, deja que tu manera de entender la situación asuma otras perspectivas y por tanto otras posibilidades
  8. Lucha, asume una actitud activa para transformar la situación, dedica tiempo y el cambio llegará
  9. Céntrate en tus objetivos, no los pierdas de vista y ten a mano caminos alternativos para llegar a ellos

 

23 de noviembre de 2013

LA DELGADA LINEA ENTRE EL EXITO Y EL FRACASO


Hay quien dice que el éxito es una historia de fracasos, o intentos, que en el último capítulo terminan bien, es decir que cualquier chasco ha podido ser un triunfo, si la última parte hubiera sido distinta. También ocurre que el éxito cuando llega dificulta ver los fracasos que han llevado a él, y en ocasiones parece que todo ha valido la pena si el final es feliz. ¿Significa esto que hemos de fracasar para alcanzar el éxito?
Pues no siempre pero, habitualmente es así, fracasar y tener éxito son condiciones inherentes a la propia experiencia vital, no hay una vida sin ejemplos de ambas situaciones. Estas ocurren como consecuencia de un cúmulo de variables, de las cuales nunca llegamos a tener el control absoluto, además de que el azar, la suerte llaman algunos, cumple también su papel, por ejemplo un reloj que se queda sin pilas la noche antes de una importante reunión, despertándose su propietario tarde y no llegando a tiempo a la cita. A veces otorgamos toda la responsabilidad a la misma “he suspendido las oposiciones, qué mala suerte he tenido” sin contar que las condiciones han sido iguales para tu compañero de mesa. Si bien con frecuencia somos capaces de controlar bastantes  aspectos que forman parte de nuestra conducta, es bueno no perder de vista que estamos limitados. Pues cuando la cosa no sale como se esperaba, podemos llegar a censuramos de tal manera que por un momento pareciera que todo dependía de nosotros.
 
Lo cierto es que de ti depende lo que con tu conducta o actitud puedas hacer o modificar, sobre el resto ya no tienes tanta responsabilidad. ¿Te das cuenta de la importancia de esta última afirmación? El caso es que en cualquier momento, a la vuelta de la esquina de la vida, puedes descubrir que todo da un giro repentino y altera tus planes. Y esto le ocurre a cualquiera, feliz o infeliz, alto o bajo,  optimista o pesimista, etc. Y más aun, pues el significado de la suerte siempre le corresponde a quien la vive, es decir es muy subjetiva. Estoy seguro que conoces a más de una persona cuyas circunstancias dirías que son envidiables y, no obstante, se siente desdichada, incluso al contrario, a quien aparentemente le ronda siempre la calamidad y sin embargo se muestra feliz y dichoso.                                                                                
Igualmente hay etapas de la vida que coinciden con aspectos madurativos y que en ocasiones se viven como crisis. Tras nuestro nacimiento viene una época de crecimiento y desarrollo importantísima que seguirá en distintos momentos de madurez, coincidiendo con la etapa adulta y luego la llegada de la vejez y la proximidad de la muerte. Generalmente es la cultura la encargada de señalar los pasos entre las distintas etapas, con rituales que despiden una y dan la bienvenida a otra. El simple gesto de recordar los cumpleaños o aniversarios desempeña esta función, ya sea pasar de niño a adulto, de trabajador a jubilado, o de residente en la casa de los padres a emancipado conlleva un momento de transición, de cambio y oportunidad que se puede vivir como un conflicto o como un fracaso. Y esto ocurre porque toda transición conlleva la sensación de pérdida, de que algo quedó atrás y ya no recuperaremos, además de la incertidumbre por lo que vendrá que puede llegar ser un freno si se vive con temor, temor al cambio. Igualmente si se vive como algo esperanzador o ilusionante es bueno permitirse extraer el aprendizaje oportuno.
Gestionar el éxito, es decir, aprender de él, es tan importante como gestionar el fracaso. Hacer una lectura en profundidad, tanto de uno como de otro, puede facilitar que nos volvamos a encontrar con lo mismo en un futuro cercano, o por el contrario lo evitemos. Y esto consiste en tener claro qué te ha llevado a él, siendo consciente de los recursos y las carencias que han facilitado o dificultado su consecución, asumiendo la responsabilidad del mismo, o negándola para dejarla en manos ajenas. 
Así, las expectativas de control que la persona percibe sobre los diferentes ámbitos de su vida, diferencia dos maneras de responder. Por un lado, quienes ante los acontecimientos se quitan la responsabilidad y por tanto, creen que poco pueden hacer. O quienes asumen la responsabilidad de su vida, y pueden hacer mucho por cambiarla. La diferencia entre una y otra actitud nos muestra personas que suele tener éxito de quien suele vivir en el fracaso. Si piensas que es cuestión exclusivamente de la suerte, entonces es que no tienes el menor control de la situación. Estas características suelen permanecer estables en el tiempo y están influenciadas por las experiencias vividas. Y si te fijas, a medida que evoluciona el ser humano, la importancia de la suerte en nuestras vidas va perdiendo fuerza, pues cada vez somos menos supersticiosos y más responsables de nuestros actos. Aunque siga habiendo muchas personas que achacan su suerte a condiciones externas y por tanto lejos de su control.
Así que ya sabes, puedes dejar que la suerte dicte tu camino, o asumir la responsabilidad de tus circunstancias y así posibilitar que el éxito esté más cerca. De ti depende.
 
 

15 de noviembre de 2013

¿Y SI LA FELICIDAD NO ES LA FELICIDAD?


-Maestro, qué conseguiré al alcanzar el Satori (iluminación)- le preguntó el joven monje a su mentor.-Conseguirás llegar a casa por la noche y dormir plácidamente- Le contestó éste.
 
Felicidad, no tenemos la fórmula. Y si la tuviéramos seguramente vivir sería mucho menos apasionante. Aunque hay intentos desde la ciencia de dar luz a la misma, de la Grecia clásica a nuestros tiempos. Si bien, en la última década ha habido un creciente interés de las investigaciones. Alimentadas éstas, en gran medida, por el auge de la Psicología Positiva y al amparo de su teorías. Entre la que destaca, básicamente, que la razón por la que tiene sentido vivir es para lograr ser feliz. Y este interés expansivo por su búsqueda hace que la imaginemos, que la queramos definir y describamos, incluso que la midamos.
 
En el año 2005, se desarrolló algo así como la fórmula de la felicidad, aunque me imagino a cada persona con su propia fórmula. Basándose en un diseño matemático, los investigadores desarrollaron la ratio de positividad, que así es como se llama. Describía la felicidad como una sucesión de experiencias positivas que se daban en la vida de la persona, resultándole gratificantes, placenteras, agradables. Y bien podía surgir de una experiencia emocional muy intensa, o de la suma de pequeños momentos. Concretamente señalaban que eran necesarios 3 acontecimientos positivos por 1 solo negativo para encender el motor de la positividad. ¿Solo?
 
 
 
 
Es tal la influencia de estas corrientes científicas en la sociedad, que a su amparo han surgido legión de profesionales y pseudoprofesionales, que de manera parecida al hazlo tú mismo, describen una felicidad, aparentemente al alcance de todos, pero que cuando uno examina detenidamente la letra pequeña, cae en la cuenta de la dificultad, por no decir imposibilidad de conseguirla. Como decía un afamado conferenciante internacional: “Huyamos de la preocupación, desterremos la tristeza, encierra el miedo en lo más profundo, pues lo mejor está por llegar, una vida plenamente feliz y optimista”.
 
Me parece imposible superar la adversidad sin esperanza, sí, pero también sin una cierta dosis de incertidumbre, igualmente ¿Cómo podríamos integrar las experiencias dolorosas, que nos permiten crecer y madurar sin tristeza?, ¿vivir sin miedo? Seríamos irresponsables en más de una situación, precisamente por faltarnos éste. ¿Acaso no nos sirve el enojo o la ira para defender nuestros derechos? Esta especie de buenismo infinito no parece ni humano, y puede convertirse en un deseo inalcanzable, precisamente por perseguirlo sin afán y queriendo dejar por el camino herramientas que son imprescindibles para obtenerlo. Se busca una felicidad idealizada, permanente, desmedida, que termina por convertirse en un sueño irrealizable. Esto causa frustración y dolor, por tanto no parece ser el camino a la felicidad buscada.

Ser feliz, por ejemplo, supone levantarse por la mañana y al abrir la ventana de la habitación, descubrir que ha llovido y cómo una grata sensación de humedad impregna el ambiente. Empezar el día saboreando una exquisita taza de cacao o puede que café, mientras tu programa favorito de radio suena de fondo. Implica sentir el placer de la caricia dada a tu animal de compañía, mientras inmóvil y agradecido, golpea suavemente con su cola el suelo. Escuchar el susurro de la tranquila respiración de tu pareja a tu lado, tal vez después de haber hecho el amor. Notar que una brisa invisible refresca tu cara al ir paseando por la calle. Descubrir cómo al perseverar en tus propósitos, consigues tus objetivos, y que por encima del elogio o reconocimiento de los demás, tú mismo piensas “¡bien hecho!”. Levantar el teléfono para hablar con tus amistades y más tarde coincidir en una agradable reunión, distendida, ociosa, quizás breve, pero con la promesa de volver a repetir. Notar que con un gesto tuyo de complicidad, surge la sonrisa de tu hijos y entonces te sientes íntimamente unido a ellos, y los ves crecer y conseguir sus metas, y piensas que todo esfuerzo vale la pena y volverías a repetir. Comer una vez más ese exquisito plato de pasta con salsa boloñesa, en un domingo cualquiera y la familia reunida…mientras se redescubre por enésima vez el álbum de fotos familiar y nos reímos de aquellas caras que teníamos, contando anécdota tras anécdota. Experimentar esa agradable sensación que nos invade cuando los párpados se sienten pesados y se van cerrando suavemente, frente al televisor o un libro, y entonces te sumerges en una placentera somnolencia, e inicias tu habitual siesta…Maravillarte una vez más por ese paraje que te rodea, ya sea verde y azul de bosque y cielo, ya sea azul y marino de cielo y mar, para zambullirte en el frescor de esa playa…
 
 
¿Y si la felicidad que necesitamos no es la felicidad que soñamos? La primera está a tu alcance, como le dijo el maestro a su joven monje, la otra, los que la predican sabrán.
 

5 de noviembre de 2013

RESILIENCIA, LA FUERZA ESTÁ EN TI

 
Esta poderosa y universal capacidad, pues todos la poseemos, nace en lo más profundo del ser humano, se expresa a través de la esperanza, la motivación al cambio, se alimenta del optimismo. De una manera extraordinaria nace en ese terreno baldío y tenebroso de la soledad, del abandono y el trauma, surge en el dolor. En lo cotidiano se refleja en quienes no se rinden, incluso cuando los resultados van en contra. La resiliencia va más allá de la resistencia, pues no se trata solo de soportar una situación de estrés mantenido, se trata sobre todo de sobreponerse al mismo. Las personas que han permitido a su resiliencia crecer y evolucionar, se manejan mejor en las crisis.
 
 



Decía la letra de una canción de los 80: “solo los peces muertos siguen la corriente”. Resiliencia supone esto, avanzar contra corriente, mantenerse en pie y con actitud de seguir peleando. De una manera dinámica, cambiante, buscando la mejor manera de adaptarse a los límites que la situación genera, un trauma, una enfermedad crónica, una situación de desamparo mantenida. Pero no se trata exclusivamente de una conducta que se pueda mostrar, los cambios que se experimentan son de tipo biológico, psicológico y social. Y estos permiten a la persona superarse.

         Pero no creas que me estoy refiriendo a cambios sobrehumanos o de otro tipo, para nada. Esta capacidad surge y evoluciona desde las características que habitualmente encontramos en el ser humano. La autoestima suele ser fuerte y flexible, es decir la persona es capaz de reconocer aspectos valiosos en sí misma y valorarlos positivamente, aunque estos puedan cambiar o desaparecer en el tiempo. Por lo general, sus actos y pensamientos se guían por sus propósitos, por tanto son personas con una importante autonomía. Pero nada desconectados de los demás, muy al contrario, se nutren y consiguen sólidos apoyos de su entorno. Eso supone además de recibir dar y ofrecer sus recursos.

         Como seguro has comprobado, cada vez que has intentado superar un obstáculo importante en tu vida, has necesitado responsabilizarte, tener una disciplina pero sin rigideces, con la mente abierta al cambio y a lo que está a tu alcance. Alguien dijo que cuando la suerte se va, hay que hacer más con menos. Y mira por donde, este es el espacio en el que la creatividad, soñar e imaginar un futuro distinto, tiene todo el sentido. Mientras esto ocurre, tolerar la frustración y soportar el desánimo será un precio a pagar.

         Aunque para poner esta increíble maquinaria en marcha, se ha de tener un propósito, un proyecto vital. Ese objetivo permite enfocar nuestra atención en lo que anhelamos, y modificar lo necesario para conseguirlo. Creer en nosotros, en nuestros recursos, en lo que nos ofrece el entorno, nos facilitará encontrar y utilizar lo necesario en nuestro desarrollo.

30 de octubre de 2013

YA PASÓ EL DIA DEL DOLOR, EL DIA


Ana se levanta de la cama todas las mañanas a la misma hora, antes de las ocho. Para entonces no ha dormido ni cuatro horas. Si hay algo que caracteriza sus sensaciones al despertar es el dolor. El dolor de su cuerpo como un todo, y de partes de éste, de una manera brutal. Hasta la incapacidad. Se siente continuamente bombardeada por una estimulación dañina, que estresa sin parar su Sistema Nervioso. Y para colmo de males los tratamientos habituales apenas le ayudan.

 
         ¿Qué dolor es el de Ana? Da igual, dolor es dolor. Cuando hablo del mismo no me refiero a algo inconcreto, teórico, estoy aludiendo a todo lo que lo manifiesta. Cáncer, artritis, migraña, neuralgias, dolor del miembro fantasma, dolores faciales, lumbar, quemaduras, fibromialgia, etc. A medida que estos avanzan en el tiempo, se van produciendo cambios en la persona y en su entorno. Cambios físicos y psíquicos. Desde esta complejidad, al hacerse crónico, el dolor se convierte por sí mismo en un síndrome al que hay que prestar atención desde diferentes perspectivas. Esto incluye pensar en introducir cambios en los planteamientos terapéuticos.

 
         A fin de cuentas, la mayoría de los dolores que se mantienen en el tiempo, lo hacen porque los tratamientos no han funcionado. Y es que el dolor es, posiblemente, la forma más universal de estrés que existe. Y su comprensión ha experimentado cambios importantes a lo largo de la historia. Hasta llegar a una aproximación biológica-psicológica-social, que enfatiza la existencia de múltiples factores que interactúan creando y manteniendo la experiencia dolorosa.

 
         Es decir, además de percibir el dolor, pensamos sobre y desde él. Nuestras emociones y conductas se alimentan del mismo y esto se refleja en la manera que nos relacionamos. Y como no se ve, pasa desapercibido.

 
         No obstante es muy real. Al igual que Ana, en Europa 1 de cada 5 adultos vive con dolor crónico. Esto viene a ser una persona por cada tres hogares. Tanto sufrimiento merece toda la atención y dedicación, humana y profesional. Aunque la realidad nos muestra con cierta frecuencia, que los profesionales también podemos tener una visión limitada sobre lo que implica la experiencia de dolor y los tratamientos para su manejo. Insistiendo una y otra vez, en las mismas soluciones que en el tiempo se muestran ineficaces. Generalmente las propias de nuestra disciplina.

        Sin embargo, ya existen evidencias de que vivir con dolor crónico es más fácil y llevadero, cuando se aborda desde diferentes perspectivas, que se integran y mejoran mutuamente. Y esto es así porque no parece haber un solo tratamiento eficaz, algunos además restan capacidad en áreas importantes de la persona.

 
        Aquellos que han mostrado una elevada eficacia son los que tienen en cuenta tanto al dolor, como a la capacidad funcional, el estrés psicológico y  otros síntomas de éste.

 


        Por eso hay que dar cabida a todo aquello que funcione y si no sabemos que lo hace, estudiémoslo. Mientras ofrezcamos todo lo que suma al principal protagonista, la persona. En esta ocasión, nadie tiene la verdad absoluta.

 

26 de octubre de 2013

10 SEMILLAS DE BIENESTAR


A veces parece que esto de sentirse bien, tan solo esté al alcance de unos pocos privilegiados o personas excepcionales. Y lo cierto es que esas personas no son más excepcionales que tú, tan solo se permiten pequeñas prácticas, rutinas, costumbres que facilitan vivir su día a día sin excesiva presión. Algunas de esas costumbres son las que siguen. Ponte a ello si ves la oportunidad:
 
 

Empieza el día poniendo a punto tus recursos, dedica un par de minutos a estirarte, mirarte en el espejo y soltar una sonora y amplia carcajada.
 
Vive en el presente, por tanto, además de pensar en las responsabilidades que tienes imagina durante 60 segundos lo que vas a hacer para sentirte bien y llévalo a cabo.
 
No olvides la intuición en casa, deja que impregne tu vida, te enriquecerás de inmediato y serás más consciente de lo que te rodea.
 
Trata con amabilidad a los demás, da cariño gratuitamente y aprende a disculpar y a pedir disculpas, en esos momentos descubrirás lo bien que te sientes.
 
Escucha lo que tu corazón te dice, tal vez el día no transcurra como deseas, entonces, luego usa tu juicio y valora las posibilidades, ya estarás preparado para retomar el camino, adelante.
 
Suelta la tensión de tu cuerpo, si las circunstancias te pueden y el cansancio te abruma no tengas reparos, llora. Llora y, respira y libera esa angustia, luego haz las paces contigo mismo por tu incapacidad momentánea y sigue adelante.
 
Respira profundamente, si no deseas llorar, aprieta los puños y la mandíbula, encoge el cuerpo tensándolo unos segundos, seguidamente deja que la tensión se vaya y la relajación aparecerá de inmediato.
 
Conecta con tu parte más encantadora, en el devenir diario observa a quienes se muestran sencillos, espontáneos, risueños deja que esta experiencia te permita reconocer tus cualidades y que surja la risa, relajada y natural.
 

Mima tu cuerpo, al cerrar la jornada, quiérete, acarícialo y deja que otros lo hagan, siente entonces como te devuelve con salud y bienestar tu dedicación.
 
Escribe, de vez en cuando, cómo te ves, cómo te encuentras, cuales tus obstáculos, esto te ayudará a tener las ideas más claras.
 
 

24 de octubre de 2013

GRACIAS POR VUESTRO APOYO!!!


 
El Centro Cultural Cajasol acogió este martes 22 de octubre la presentación del nuevo libro de Bruno Moioli, 'Fibromialgia, el reto se supera', que cuenta con el apoyo del Instituto De Psicología y la Asociación de Fibromialgia de Sevilla. El acto, presentado por el periodista Cristóbal Cervantes, contó con la participación de la Delegada de Familia y Asuntos Sociales del Ayuntamiento de Sevilla, Dolores de Pablo, la Presidenta de Afibrose, Mª Luisa Rubio, y el propio autor. Entre los invitados estuvieron profesionales de la medicina, psicología y fisioterapia, así como personas de diversos colectivos relacionados con la fibromialgia e interesadas en el tema.
 
       Este libro, editado por Desclée de Brower, supone una aportación básica desde la Psicología, en el afrontamiento y comprensión de la Fibromialgia y sus consecuencias. Una lectura interesante por la variedad de aspectos tratados sobre la persona, en torno a la dolencia.

























21 de octubre de 2013

PIENSA MAL Y SUFRIRÁS


¿De dónde surgen los pensamientos? Básicamente surgen de tus expectativas, de las creencias que tienes, al igual que el resto de personas, acerca de ti mismo, de los otros y el funcionamiento del mundo en general. En definitiva, de la manera con la que miras tu universo. Y llegas a hacerles tanto caso que los tomas por la verdad absoluta, y eso puede ser doloroso.  

         Si prestas atención por unos segundos a tus pensamientos, te darás cuenta que estos están continuamente cruzando tu mente, sólo cuando de forma deliberada los buscas, eres consciente de los mismos. Por ejemplo, ¿qué estás pensando ahora que lees estas líneas?, obsérvate unos segundos. Tal vez te digas que esto de los pensamientos era algo que ya sabías, o que es un tema interesante, o tal vez te preguntes ¿cómo no me he dado cuenta antes? Lo cierto es que puedes pensar cualquier cosa. Y eso no es un problema, este surge cuando lo que piensas conlleva que te sientas mal. Por eso, una manera de empezar a tomar consciencia de lo que te dices, pasa por sentir tus emociones. Si te sientes mal pregúntate que ideas están cruzando tu mente. Así empezarás a ser consciente de tu flujo de pensamiento.

Generalmente los pensamientos que causan malestar hablan en primera persona, como si fueran tu voz, por tanto, los crees a pies juntillas. Pero no son tu persona, son tus pensamientos. Y tienen una serie de contenidos que son la gasolina para encender tu malestar, al observarlos pones de manifiesto los mismos y eso ya es un paso para que se dé la posibilidad de cambiarlos. Estos contenidos son:
·         Culpabilizadores. Te culpan de lo que no funciona: «Si no fuera por mi dolor mi familia podría ir al campo», «me han despedido del trabajo por no ser capaz de aguantar el dolor», «he cansado a mi pareja y se va a separar» etc.
·         Comparativos. Te comparan continuamente con quien fuiste o con otras personas y en la diferencia sales perdiendo: «Hay que ver con lo que yo he sido», «todos en casa cumplen con lo suyo menos una servidora», «El resto de personas no está tan mal como yo», etc.
·         Perfeccionistas. Te exigen la perfección y cuando no la consigues te castigan: «No tengo tiempo para ir a dar un paseo debo dejar la casa totalmente recogida», «no me puedo relajar hasta que todos se hayan acostado y ya no quede nada por hacer de lo contrario sería una caradura», «tengo que conseguir aprobar el doctorado y trabajar a la vez, por encima de mi fibromialgia», etc.
·         Pertenecen al pasado. Te recuerdan continuamente errores y fracasos y los logros nunca aparecen: «No voy a aprender nunca», «siempre igual, no soy capaz de hacer nada bien», etc.
·         Irrespetuosos. Te describen de una manera irrespetuosa y dañina: «Soy una persona torpe», «estoy gorda como un enorme donuts de 50 kilos», «menuda depresiva llorona estoy hecha», etc.
·         Adivinos. Tienes la seguridad de saber lo que otros piensan y sienten, sin haberlo compartido con ellos: «Seguro que mis amistades no me llaman porque han dejado de interesarse en mí», «mejor no voy a esa reunión pues la gente pensará que soy tonto», «seguro que mi marido ha dejado de quererme», etc.
         Cuando piensas en tus circunstancias, interpretas tu realidad en base a lo que esperas de ella y a lo que estás acostumbrado a mirar. Por ejemplo: Hay personas que ante una misma circunstancia tan sólo perciben aquello que no les gusta y se molestan por ello, otras, sin embargo, se fijan en cuestiones diferentes pues no desean sentirse mal. ¿Qué significa esto? Que lo que pensamos es un producto de nuestra subjetividad. Algo lógico, pero también puede ser un problema, pues en ocasiones, nuestra manera de pensar está llena de errores. Errores que hacen que interpretemos las cosas de una manera limitada, y por tanto, acarrean malestar sin necesidad de ello. Pero ¿Por qué conllevan malestar? Básicamente porque:
·         Son imprecisos e inexactos: «Llevo dos días con un dolor paralizante, nunca se me va a pasar» ¿Nunca? ¿No se pasará en ningún momento en los próximos días o semanas o años? Lógicamente ante un pensamiento así sentir desesperanza es lo mínimo. ¿No crees?
·         Etiquetan personas y situaciones: «No conozco a este médico pero seguro que es como los demás y no me hace ni caso». En el ejemplo, la persona aún no ha tenido oportunidad de ver cómo trabaja el profesional pero ya le prejuzga y seguramente se mostrará con recelo y desconfianza ante él.
·         No atienden a razones, sólo a las emociones: «Si me siento desesperada es que mi situación no tiene solución». Tus emociones no son la realidad, de hecho puedes sentir que el mundo se hunde a tus pies, y al cabo de un rato descubrir que las cosas han cambiado.
         Creo que estarás de acuerdo conmigo en que todo lo que sea malestar sobra. Si reconoces estos errores caer en su trampa será más difícil. ¿Cómo puedes reconocerlos?  En próximas entradas te lo cuento

 

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